13 abril, 2006

Superhéroes

Leo en el blog de La Petite Claudine:


(...) Cuando una panda de chavales le echan la soga a un perro y lo arrastran con el coche hasta que algún extremo se rompe -la soga, el perro- también hay un superhéroe en escena, el mismo que mató a la mendiga en Barcelona y que nos sonríe en las fotos de Abu Ghraib: el que se siente satisfecho torturando a alguien que no se puede defender. Y lo justifican de mil maneras (era un chucho apestoso, una negra de mierda, apestan como ratas, ensucian la ciudad) pero se están vengando de una situación que les supera. De sus padres, de sus profesores, de sus jefes, de las chicas que les rechazan o los chicos que les desprecian a los que culpan -quizá con razón- de sus propias vidas patéticas. Y están huyendo desesperadamente del vacío total: emburrecidos por una educación deficiente y alentados por la basura televisiva, se han vuelto incapaces de encontrar otras fuentes de inspiración. Son demasiado cobardes para asumir consecuencias y no soportan el dolor o el fracaso, por lo que jamás se enfrentarían a alguien de su tamaño. Necesitan una gran superioridad numérica o experimentar su poder con un alguien completamente indefenso: un perro famélico y maniatado, un gato enfermo acorralado en un callejón. Después lo graban en video, le sacan fotos, lo comentan, lo celebran. Probablemente repitan. Mis felicitaciones al Ministerio de Educación, aquí estamos muy motivados. Un día, la frase mágica, el campanazo. El subidón: la próxima vez cogemos a un tío ¿eh? Venga, un tio. Venga va.

El artículo completo. (una pequeña joya absolutamente recomendable)

Gracias Marta

12 abril, 2006

Un hombre, su caballo y su perro

Un hombre, su caballo y su perro, caminaban por una calle. Después de mucho caminar, el hombre se dio cuenta que los tres habían muerto en un accidente. Hay veces que lleva un tiempo para que los muertos se den cuenta de su nueva condición.
La caminata era muy larga, cuesta arriba, el sol era fuerte y los tres estaban empapados en sudor y con mucha sed. Precisaban desesperadamente agua.

En una curva del camino, avistaron un portón magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza calzada con bloques de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde brotaba agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que desde una garita cuidaba de la entrada.

- Buen día - dijo el caminante.
- Buen día - respondió el hombre.
- ¿Qué lugar es este, tan lindo? - pregunto el caminante.
- Esto es el cielo - fue la respuesta.
- Que bueno que nosotros llegamos al cielo, estamos con mucha sed, dijo el caminante.
- Usted puede entrar a beber agua a voluntad - dijo el guardián, indicándole la fuente.
- Mi caballo y mi perro también están con sed.
- Lo lamento mucho - le dijo el guarda - Aquí no se permite la entrada de animales.

El hombre se sintió muy decepcionado porque su sed era grande. Mas él no bebería, dejando a sus amigos con sed. De esta manera, prosiguió su camino.

Después de mucho caminar cuesta arriba, con la sed y el cansancio multiplicados, llegaron a un sitio, cuya entrada estaba marcada por un portón viejo semi abierto. El portón daba a un camino de tierra, con árboles de ambos lados que le hacían sombra.

A la sombra de uno de los árboles, un hombre estaba recostado, con la cabeza cubierta por un sombrero, parecía que dormía...

- Buen día - dijo el caminante.
- Buen día - respondió el hombre.
- Estamos con mucha sed, yo, mi caballo y mi perro.
- Hay una fuente en aquellas piedras - dijo el hombre, indicando el lugar.
- Pueden beber a voluntad.

El hombre, el caballo y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed.

- Muchas gracias - dijo el caminante al salir.
- Vuelvan cuando quieran - respondió el hombre.
- A propósito - dijo el caminante - ¿cuál es el nombre de este lugar?
- Cielo - respondió el hombre.
- ¿Cielo? ¡Mas si el hombre en la guardia de al lado del portón de mármol me dijo que allí era el cielo!
- Aquello no es el cielo, aquello es el infierno.

El caminante quedó perplejo.

- Mas entonces - dijo el caminante - esa información falsa debe causar grandes confusiones.
- De ninguna manera - respondió el hombre - En verdad ellos nos hacen un gran favor, porque allí quedan aquellos que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.

Gracias Anyuska